domingo, 18 de junio de 2006

La tristeza desciende de la lluvia

 La tristeza desciende de la lluvia / un recurso admirable / pero mi alma despeñada / es intransigente / y aunque ya no le queda / tanto tiempo para sufrir / se reconoce culpable / de un dolor crónico.

-Oswaldo E. Blanco Muñoz


Si hubiese tan sólo un instante donde una gota se detuviese, tan impía y pulcra mientras se desliza por el cuerpo húmedo, rígido y frío de un pensamiento de muerte; gota que refleja la vacía pupila de un recuerdo de grandeza, un sueño desecho o un suspiro de lujuria. Tan atractiva, tan anhelada. Fácil declive del camino hastiado, obstinado y pegajoso que recorres con la sal en tus ojos, exhalada de tu piel.

Forremos, pues, esta piel con letras y papel y plata y gelatina. Mostremos al público las lágrimas que te acarician para que sientan pena y odio, repulsión y deseo, por la vil panacea de tus heridas.