viernes, 23 de marzo de 2012


¿Cómo te encontraron, amigo?
¿Sentado en un rincón? ¿Sobre tu cama? ¿Sobre el suelo de granito?
¿Frío como mármol o aún conservabas algo de calor, de alegría?
¿Sería fulminante? ¿Lento? 
¿Qué sentiste, amigo? ¿Desvaneciste, nomás? ¿Intentaste algo? ¿Desconociste tu respiración, tus pensamientos?
¿Tus pupilas intentaban mirar tu ceño? ¿Tus labios blancos, tu lengua seca? ¿Tus dedos pálidos, engarrotados, apretando tu pecho, tu cuello? ¿Sentiste miedo?
No. Nada de eso. Yo sé que no. Sé que tus ojos brillaban. Sé que tu rostro esgrimía una sonrisa. Sé que abrazaste la muerte con las manos cálidas como tantas veces nos abrazaste a nosotros. La esperabas, la querías.
La necesitabas.
Nosotros no te dejábamos ir, pero ahora eso no importa.
Contigo muere un grupo, mueren las tablas. Mueren los cafés y las conversas burguesas. Mueren los planes y las ideas. Los bocetos, los conceptos, las puestas mueren contigo.
Contigo muere un amigo.