domingo, 10 de febrero de 2008

Me pierdo

Como un juego: quién aguanta más. Poco a poco cruzamos nuestros propios límites. Violamos las fronteras de lo que debería hacerse, de lo que no, de lo que quizás.
Pronto avanzamos a un estado de embriaguez etéreo: todo gira, yira. Sólo veo tus ojos frente a los míos, tu aliento que entra en mi cuerpo, tu alma que me abraza y me atrapa y me encierra... y renuncio.
Mi respiración se acorta y mis latidos aprietan contra tus senos con ropa... sin ropa... sólo tu calor contra mi pecho, tus manos en mi espalda; me llevan a ti, me hacen naufragar en tu piel. ¡Hundir mi cara en tus labios no es sino mi salvación! No una tentación. Mis manos trémulas e inquietas no pueden sino contornear tu figura, recorrer, abrirle paso a mis labios, a mis dientes.
Tu perfume, tu talco, tus cremas, todas en mis sentidos, en mi gusto, suave bajan por mi garganta... y te siento gemir... y girar... yiras... yiras...
Entre tus piernas el Cielo... en tu boca una plegaria.... en mi lengua un Mesías.
"Hazme el amor", suena en mi cabeza... A lo lejos, tan lejos, veo tus ojos, tu boca entreabierta. Me invade tu pasión. No puedo contra ella... no podemos contra nosotros mismos.
¡Oh, dulce piel! Húmeda como el camino que he recorrido hasta llegar a ti, cálida como el sol que me acariciaba la espalda cuando me hablaste por primera vez. Hace tanto de eso...
Y me pierdo en tus gemidos. Egocéntrico me pierdo en mi propio nombre... y me ahogo en tu cuello, en tus manos, en tu pechos.