viernes, 13 de marzo de 2009

Tenue

    Cómo tardas en cerrar la puerta, si eso fue lo que subiste hacer. ¡Están tan mugres! Las escaleras, digo. Aunque con pantalones negros, pues…

    ¡Tantos años han pasado! Y por fin me decidí a verte. No, bueno, no me decidí. Acumulé valor, podría decir. Como si el valor se acumulara cual electrones en una batería medio muerta. Tuve que pelear, eso sí. Cocodrilos, ¿sabes? No, qué sabrías. No se me ocurrió mejor animal para el ejemplo.

    Qué cosa mejor que no estabas cuando llegué y tuve que deslizar la carta pintada en garabatos espantosos, nerviosos, de tinta azul y corazón esperanzado por debajo de la puerta. Con el alma en la garganta me alejé de ella, repitiendo con ojos grandes que ya estaba hecho. Ya estaba hecho. Ya está hecho.

    El brazalete sí lo dejé conmigo. ¡Está lindo! Hace contraste con los chicles negros estos que están pisoteados en el suelo de granito. Tan luego que te lo compré, pero deberías entender que no tenía dinero en esa época. Estilizado, el bicho, pero creo que te quedará grande igual. Tus muñecas son tan frágiles, como decía tu profesor de guitarra, ¿recuerdas? El que decía que los tendones debían verse o ibas a ser mala en eso. ¡Qué loco!

    Bastante que caminé por estos mismos escalones grises contigo, con todos. ¡Y las reuniones! Jugando en los columpios del estacionamiento que se podían caer con nuestro peso. Nos divertíamos, ¿no? Ahora ya no; los años… Los años. Me besabas con todo ese cariño, que no sabía cómo corresponder. Abrumado, sería lo ideal decir. El amor era algo tan complejo para mí. Aún lo es, pero uno se acostumbra, así como a un video juego: ni idea de cómo funciona, pero lo hace. Pero era la primera vez que amaba, eso lo sé. También sé que fue la vez más pura y atea.

    Escribí esa carta sin pensar lo que hacía, desbocado, no recuerdo lo que dice. Sé que te extraño y creo haberlo dicho bien en ella. Sí, desvarié mucho, lo sé. Pero lo dice, creo. Creo haber explicado todo bien. Sé que no soy bueno hablando. Por lo menos ya habías llegado cuando volví; aunque de veras te estás tardando en bajar de nuevo.

    Aquí viene la señora Montiel. ¿Cómo está usted? Pues sí, por aquí de nuevo luego de tantos años. Lo sé, a su hija le contesté un correo en estos días. ¡Terrible que está la capital! Tan bella ella, sí. ¡Sacó su sonrisa! No, vale, vine a ver a… Si, si. Dijo que no tardaba. ¡Cómo no! Le manda un beso de mi parte cuando hable con ella.

    La señora Montiel no cambia, definitivamente. Está idéntica a cuando te conocí y vine por primera vez acá. Tu apartamento era increíblemente sicótico, fue lo primero que pensé. Creía que las paredes me iban a caer encima.

    Recuerdo tu vestido, la moda de la época era… ¡Pero, bueno! Te veías linda, igual. ¡Qué desastres hicimos en el restaurante! Y el mesonero de bigotes que casi nos echa de ahí.

    ¿Estarás leyendo la carta ahora? Leerás cómo me enamoré de ti. Mis excusas por haber sido tan cruel. Quizás te estás armando de valor tú también, o sólo no entiendes mi letra.

    Caught a bolt of lightning, cursed the day he let it go. Pero no me di cuenta hasta mucho luego. Sabes, uno joven, impetuoso, desalmado, cruel.

    ¿Serán tus pasos los que se acercan? Ah, no. No eras tú. Simpático el perro. Muy obediente, por lo visto. Sin correa y sonriente.

    Si no me hubieses besado, no hubiese pasado nada, ¿sabes? Hubiese seguido mi vida como estaba, feliz o infeliz, ella o yo, pero no hubiese conocido el amor etéreo, el amor tenue, el amor sutil.

    Debiste dejarme ser miserable, debiste dejarme ser vacío y superficial. Igual lo fui al final, máscara o no igual lo fui. ¡Todo es tu culpa, en realidad! ¡Nadie te mandó a enamorarme! A ser tan perfectamente tú y dejarme conocerte. Tantos años y sigo aquí, como un estúpido esperando que bajes, viendo las chiripas rodear las esquinas, escribiendo cartas incoherentes suplicando perdón, ¡rebajándome a un mero lame suelas! ¡Nadie te mandó a enamorarte de mí! Me pusiste tan alto que sólo pude caer. Fui tu todo, tu mundo, tu vida, tu salvación, tu aliento.

    Debiste haberle hecho caso a Fita, debí yo haberle hecho caso. Soy un demonio, te iba hacer daño. Soy un agujero negro y no puedo escapar a mi naturaleza, aunque tú lo hayas logrado, me hayas logrado sacar de ahí y mostrarme lo que el mundo es capaz de ofrecer con un beso, te lo agradecí dándote la espalda cuando me necesitaste, cuando podías morir y sólo corrí cobardemente ocultándome tras la indulgencia del anonimato. ¡No debiste besarme aquella primera vez! ¡Es tu culpa! ¡Todo es tu culpa!

    ¡Maldito brazalete! Burlón brilla y me hace muecas mientras no bajas las escaleras. Y todo este algodón que tengo en la boca tendré que masticarlo, tragarlo… ¡No sé qué hago aquí! ¡Tú te lo buscaste! No le hiciste caso a Fita y ella sabía más que nosotros. Pudiste haber muerto y aún así no me hubiese aparecido. Y aún así pregonabas que me amabas, ¡qué ingenua! ¡Qué ingenuo yo creer que podía amar!

    Ya te acercas. ¡Me comeré este brazalete antes que dártelo! Veo que traes la carta, ¿habrás llorado leyéndola, así como yo? ¡Ojalá! ¡Ojalá sufras tanto como yo he sufrido por ti todos estos años! Pero traes ojos secos, ¡tan bellos tus ojos miel! Y la mandíbula apretada con un rictus en los labios ¡tan bellos tus labios!

¡Claro que fue una bella época! Bueno, yo sí volvería a vivirla, cambiando algunas cosas. Pero… No, eso no lo sabía, pero no creo necesario que me digas que… Sí, hemos crecido desde entonces. No, la verdad no sé lo que quería con esa carta. Mira, te traje el brazalete que no pude comprarte entonces, ¿recuerdas? Si, un poco grande, pero no había más pequeño. Ah, claro, lo recuerdo, pero no sabía que eran novios aún. Creí que… No, repito que no lo sé. Quizás sólo un beso y el perdón. Pues creo que sí es necesario que me perdones. Nunca más me he podido abrir con nadie como lo hice contigo. No, sí… Ella me espera en casa, no sabe que vine. Es que me hace falta ese sentimiento que no quiero repetir. Esa pertenencia que no me doy el lujo de reinventar, de evolucionar. Esa que tuve contigo. Sí, también creo que el dolor educa. No, no es como crees. Bueno, no tengo mucha excusa, pero es que… Sí, recuerdo a Fita y lo del agujero negro. Por lo que veo no se equivocó, no. ¿Te casas? ¿Cuándo? No, o sea, sólo me sorprende. No supuse que él tenía madera de esposo. No, disculpa, no debí usar ese tono burlón. No, probablemente yo no sea mejor que él. De verdad te deseo bien. Espero que todo salga bien. No creo que la gente merezca o no las cosas, pero sí creo en lo que es justo. Y es justo que estés tranquila. Pues, no sé, aún tengo algunas cosas pendientes en casa. Claro, sí. Fue una buena época.

Bueno, disfruta tu brazalete.

Era el único que tenían.