martes, 19 de julio de 2011

Sueño en una Biblioteca

¿Dónde podrá encontrarla de nuevo?
Como un sueño apareció. Rodeada de viejos fantasmas poetas, filósofos, graciosos, ante los ojos de un hombre joven, quien no pudo siquiera ocultar el rostro. La boca entreabierta reflejaba un corazón incrédulo. Los ojos, el miedo a más nunca verla; a jamás volver a contemplar su pálida belleza, su mirada azul.
Ella lo vio. Como en un sueño se acercó suavemente, tiernamente, y lo envolvió con sus brazos, recostando la cara sobre su golpeante pecho, como si hubiese sentido la pena, el dolor, las ansias por besarla, por tenerla… El miedo a perderla. 
Finos dedos, suave terciopelo, le acariciaron el cuello, el rostro, los labios, mientras inevitablemente se enfrentaban. El azul intenso le acariciaba profundamente sus ojos simples.
Ella le acercó los labios lentamente, suspirando suave sobre los suyos, y, por un breve instante, un maravilloso instante, pudo sentir su cálido aliento, tan dulce, tan humano, deslizarse entre sus dientes.
Pero su corazón olvidó que existía razón, y aún a sabiendas de lo que iba a pasar, cerró los ojos... Y como un sueño, desapareció. Cuando aún el dulce soplo le acuchillaba el alma.
Sólo quedaron los testigos: Sócrates, Dante, Neruda, de la Barca.
Sólo quedaron los fantasmas.
Jamás podrá extrañar su voz.

        Jamás podrá extrañar sus labios.

¡Pero cómo extrañará su aliento!

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